Ene
Un día normal
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Pasa todo tan deprisa, parece que todo como si de una película se tratase, que no da tiempo a asimilar lo que tenemos delante. Las personas que vienen y van, el nuevo día que amanece, las preocupaciones o alegrías que reportan cada uno de ellos, y sobre todo, la GRACIA, diaria de sentirnos Amados, primeramente por el Señor, pues lo vemos como algo tan natural, y luego esa sonrisa o detalle o incluso cariño de los que nos rodean, con bromas confidencias o miradas que interpelan, (-¿quiero hablar contigo?...)
¿Hablar?, sí pero sin palabras, las monjas esperan en los monasterios que suceda algo; como cuál es el convento que se fusiona, si entra alguna vocación, si existe alguna profesión. Pero echo en falta que podamos comunicarnos más en la fe, no como algo espiritualoide, sino en la vida interior que cada una llevamos dentro y que gracias a la Palabra, Cristo encarnado en Ella, en la Eucaristía y en la Paz que nos comunicamos con los hermanos, lo hacemos presente día a día.
¿Sentimos de verdad cuanto ocurre alrededor nuestro? O simplemente ¿nos hemos hecho unos monasterios, cuyos muros no son de cristal para que la Luz de Cristo resplandezca ante los hombres nuestra gran familia, y por la que vivimos y luchamos? Pienso mucho esto últimamente. No me gustará caer en la desidia del conformismo, o individualismo monástico.