Mar
Más de lo mismo
1 comentarios
El sentimiento de impotencia al ver la ignorancia, no nos arredra para seguir adelante. Parece cómo si el mundo (visto desde el monasterio) se hubiera vuelto no sólo loco, sino que no tiene rumbo y que preferimos “morir matando”.
No quiero ser tremendista, pero las escasas noticias claras que nos llegan de las cosas, hacen entrever que hay más de lo que pensamos, y que vidas inocentes están pagando lo que nosotros, sólo con hablar solucionamos.
Qué valen las condecoraciones, los grandes monumentos, los momentos de gloria?, si luego en la intimidad la felicidad, no existe. Sólo somos plenamente felices y respiramos hondo cuando, evangélicamente nos hemos encontrado realmente POBRES, pero no en lo material, sino en el despojo de las cosas, ese quedarte sin algo necesario, el sentirte realmente sólo con Dios, porque nadie ni familia, ni amigos sienten lo que tú sientes.
Es verdad oigo, protestas, violencias, pero sé que siendo NADA sencillamente NADA, que no vale para nada, una sonrisa a tiempo, una palmada, unos ojos que te comprenden, entonces es cuando realmente sigo creyendo en la vida feliz. Sé que es Dios en el silencio, en la presencia delicada de un regalo que nos esperabas, en ese pequeño detalle allí está Dios-Amor, o el Amor verdadero de Dios.
ahora con el boom de Ieusu Comunio, todo el mundo nos pregunta, pero, no hace falta que se queden así de asombrados. Todas las monjas que están en los monasterios calladamente, rezando el Oficio todos los días, con su vida privada y comunitaria, felices aunque no tengan número; todas y cada una, dejando atrás lo que vivían, un día dijeron: Maestro Dónde vives, Fuimos, Vimos y Creímos .Una, dos, cien ¿qué más da?