15
Mar
2018Mar
Las monjas lloramos también
2 comentarios¿Se puede ver la grandeza de Dios en la creación cuando nuestros ojos están cegados por el dolor?
Cuando nos dijeron la noticia de la desaparición del niño del Armería y su muerte ha hecho que estuviésemos pendientes de ello, día tras día hemos tenido presente al niño en nuestra oración a él, a sus padres, a la familia, y poco a poco hemos ido conociendo (en nuestro caso, ya que no vemos las noticas todos los días) detalles de su vida.
Al enterarnos de su muerte, hemos ofrecido tanto dolor al Señor, pero… nos ha hecho llorar su madre.
Madre que en sus rasgos hay tristeza pero limpios de venganza o rencor (Bienaventurados los limpios de corazón).
Si la cara es el espejo del alma, la de esta esta madre es de una generosidad sin límites.
Cómo acaricia la pena de otros que llegaban a ella, cómo consuela a su exmarido y sobre todo las palabras sencillas que han salido de su boca, han hecho que las monjas lloren; las monjas lloramos también.
Las monjas lloran con los que lloran, oramos para poder reír con los que ríen y para que nuestro corazón, sólo porque “conocemos a Dios”, se nos vuelva como el de la madre limpio, que barramos el mal que no hace más que generar otro mal y sólo oigamos, sintamos y veamos la bondad de las personas.
Nadie está obligado a creer, como tampoco a amar y, sin embargo, son la fe y el amor las únicas realidades que nos ayudan a vivir con esperanza en este “valle de lágrimas”.