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2015Nov
REFLEXIÓN EN UN DÍA DE OTOÑO
1 comentariosNo hace falta que salgas de tu habitación "No hace falta que salgas de tu habitación. Quédate sentado ante tu mesa y escucha. Ni siquiera hace falta que escuches: simplemente, espera. Ni siquiera hace falta que esperes: simplemente, aprende a quedarte callado, quieto y a solas. El mundo se te ofrecerá libremente para que le quites la máscara. No tiene otra opción, caerá a tus pies en éxtasis." (Franz Kafka) A Dios nadie le ha visto jamás… Esta afirmación de san Juan (1, 18a) nos ayuda a no confundir ninguna realidad del mundo con Dios y a no dejarnos seducir por ellas, que siempre son frágiles y caducas. Sin embargo, y a la vez, el cristianismo afirma que la belleza de Dios se revela en sus obras, que ellas proclaman su gloria (Sal 19, 1), en especial la vida de Jesús donde Él mismo entrega su Espíritu de amor. Todo tiene como centro secreto de vida un brote misterioso del amor de Dios que ha querido compartirse, y todo tiene como finalidad expresar eternamente este amor en una armonía global donde nada ni nadie sobre y nada ni nadie falte. Es importante que, mientras vamos de camino en la vida, aprendamos a apreciar los signos que nos hablan ya de esta belleza final que va expresándose, para que nuestra vida no se ahogue en la limitación, la torpeza y el mal que la habita por ahora… No vemos las cosas como son, sino como somos”, decía Anaïs Nin. Triste constatación que revela que vamos demasiado ensimismados por la vida sin fijarnos en los detalles que esta nos regala, en los signos con los que nos invita, nos reta, nos enseña… Dios se deja ver, se deja sentir, se deja oír a través de sus criaturas… y solo quien tiene los ojos y los oídos abiertos y el corazón atento puede ver, escuchar, comprender… responder.