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SABER MIRAR ES SABER AMAR Y...ORAR.
4 comentariosHace poco estuve en Madrid en el Metro, desde bien tempranito serían las 7 de la mañana, poca gente, casi todos emigrantes que volvían o iban a trabajar. Como había sitio, sentada empecé a mirar; algunos me devolvían la mirada, entendí que cariñosamente, éramos los madrugadores, que necesitábamos a esas horas el transporte público, a nuestras cosas; más tarde y después de pasar unas horas en Barajas, volví al metro, ¡qué algarabía!, echaba de menos siquiera un poquito de silencio…., pensé...¿ tienen televisión en los andenes!!!!????, ¿será paraqué la espera se haga corta, o para llenar la cabeza de superficialidad?, de verdad que no entendía ; anuncian cuando llega –tu tren-, el verano, las vacaciones, los sitios y los proyectos urbanísticos y miles de cosas, que eran más propias de sueños irrealizables que de realidades de la vida.
El ir y venir de siempre, y me quedé triste, porque nadie miraba, cada uno ya iba a lo suyo, salían, entraban, destinos, transbordos, y más y más gente. Y el silencio seguía perdiéndose cada vez más, las personas hablaban, hablaban, casi gritaban o algunos callaban, mirada sin ver. Pensé: ¿silencio existes?
Pero yo seguí observando, y de repente, se me acerca un señor no muy joven con un periódico, de los gratuitos en la mano, la página final era religiosa..., decía en una traducción "sui generis”: Venid a MI los Cansados...Y me pregunta si era cierto, yo le dije que sí, pero que la traducción era muy particular. El fue el único que me habló en toda la mañana, era musulmán, se interesaba por las religiones, le llamaba la atención el testimonio de la monja en el metro, y que al final, me pidió un saludo especial ¡Cómo no!
Todavía asombrada salía por el andén y una niña , como de 7 u 8 años, de familia de emigrantes, dijo: Mamá, mamá mira pasa un ¡ángel!, yo me sonreí, y me dijo que quería besar el crucifijo, le dije que sí, pero yo le di un beso a ella, y la mejor de mis sonrisas a la familia; entonces me encontré rezando por todos y cada uno, sin conocerlos, me salió del alma, de dentro, de las vidas desconocidas de cada uno, por sus historias, sus pensamientos, problemas, su vida en general. Quería en ese momento haber gritado, ¡no tengáis miedo, estad alegres!; ¡qué ilusa! diciendo tonterías... algunos me hubieran llevado al manicomio, pero yo hablaba con Dios de cada uno.
A los pocos días leo en los folletos preparatorios, materiales de trabajo sobre: ¡Aquella Comunidad de Predicación!, sobre el cuento de Bonifacio Fernández García “Las gafas”. Y me vino a la mente todo lo vivido. (Leerlo os gustará), porque, yo quiero llevar las gafas rotas, quiero romper mis “gafas y darme cuenta de todo lo que sucede, pues en tiempo serios y momentos difíciles, no vale mirar a otro lado. Son tiempos de luchar para sobrevivir, y no que reine la falsedad y la violencia. Yo quiero las gafas de la Verdad, construir el mundo sobre la verdad. Y que todo lo que he visto, mirado y observado no quede fuera. En la película de Canción de Cuna, hay una frase que dice: Saber mirar es saber Amar.