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Blog Con otros ojos

Sor María Dolores Pérez Mesuro

de Sor María Dolores Pérez Mesuro
Sobre el autor

15
May
2011

¿Y si buscamos alegría?

2 comentarios

Con una nostalgia de niña aún en edad escolar, recuerdo el mes de Mayo, en el cual, como un paréntesis, hacíamos todos los días las flores a la Virgen, es el mes de María. Ya empezaba la alegría, también aprobar los exámenes; el tiempo era más caluroso, el campo… una maravilla, las tardes se hacían a veces interminables. Teníamos el día de excursión, donde era cerca muy cerca del lugar, pero al llevarnos en el autocar, parecía lejos, lejísimos Cantábamos, comíamos los bocadillos y jugábamos hasta caer rendidos. A las 9 de la noche volvíamos, como si hubiésemos ido al fin del mundo y los padres nos esperaban para llevarnos a casa, casi todos quemados por el aire y el sol. Era otra gran alegría.
Ahora no puedo opinar, pero sí que ya mayores me pregunto: ¿dónde hemos dejado la alegría?, dónde encontramos alegría?, dónde encontraremos nuestra alegría?
Cada uno puede contar mil y una anécdotas de su juventud, pero ahora mismo, la Alegría no parece muy visible ni en niños, ni en mayores ¿qué ha pasado?.¿De qué seguimos teniendo miedo, a qué nos hemos acostumbrado?
Los Monasterios son sitios alegres, las personas viven alegres, sí, y a ciencia cierta se puede decir, no es fingimiento, quizás seguimos viviendo el “niño” que se ha perdido, lo vivimos en nuestro interior, o lo queremos vivir. Sólo puedo decir una cosa de la que estoy completamente segura, ya que la vivo, cada momento, cada minuto, cada día, y es completamente distinta las opciones por vivir alegres de las personas.
Para nosotras Cristo es siempre Alegría, en este mes de mayo, y en todos, es nuestra Vida, por lo cual seguimos haciéndonos participes de nuestra infancia con la “flores a María”, o simplemente viviendo íntimamente en el Silencio, de la Soledad y Presencia del que me gusta llamar Viviente, porque es palpable. Vive El siempre en y entre todos.
Volvamos sin vergüenza a retomar la Alegría sana y no espiritualoide de la inocencia, ilusión de nuestra infancia, con la confianza que conlleva, y no pensar lo que otro pueda pensar de mí…
Olvidemos de una vez toda apariencia y desaparece la amargura, todo es más simple y sobre todo démonos alegría y afecto del que estamos tan necesitados, unos a otros quizás pensando a los más cercanos.

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javier langarita
16 de mayo de 2011 a las 12:47

Confianza, alegría, afecto... interesante reflexión.
El YO niño no es sólo imprescindible en la infancia, hay que cultivarlo durante toda la vida. Como el YO adulto y el YO padre/madre del análisis transaccional.
Demasiado ruido, responsabilidades absurdas y heridas sin cicatrizar nos alejan del YO niño. El YO niño se sorprende ante el Misterio, ante la revelación. Quizás como decía Punset la pregunta a la salida del cole a nuestros hijos no es ¿Qué has aprendido hoy? sino ¿Qué has desaprendido hoy? ¿De qué pesado fardo te has liberado?
Liberarse, díficil opción.

María
16 de mayo de 2011 a las 19:22

Muy interesante la entrada. Preguntas ¿de qué tenemos miedo? cada cual se sabe lo suyo, pero sobre todo de perder nuestra imagen, esa falsa imagen que nos hemos creado y de la que somos esclavos en tantas ocasiones. De eso carecen los niños, de imagen, ellos simplemente son. Ellos saben que los otros los aman sin más, sin falsas apariencias, como hacemos los mayores; las cuales nos llevan a dejar gran parte de nuestra energía vital en aparentar eso que creemos ser, y de ese modo pensamos equivocadamente que se nos va a querer más.
Jesús, el Viviente, pasó por este mundo "como uno de tantos", no buscó las apariencia, los privilegios, no quiso ser más que nadie, sencillamente fue El. ¡Qué gran lección! Sólo siendo lo que somos podremos estar alegres, con esa alegría que nada ni nadie nos podrá nunca arrebatar.

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