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Ago2017Vivir, sencillamente vivir, en las manos de Dios
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Ago
Proverbios 30, 7-9:
Señor mío, dos cosas te he pedido, no me las niegues, Señor:
Aleja de mí falsedad y mentira; no me des pobreza ni riqueza, asígname mi ración de pan; pues, si estoy saciado, podría renegar de ti y decir: «¿Quién es Yahvé?”, y si estoy necesitado, podría robar y ofender el nombre de mi Dios.
Aleja de mí falsedad y mentira
El autor del texto pide en primer lugar que Dios le proteja de la mentira que engaña el corazón.
Pregunto, cuáles son los deseos que habitan mi corazón, pero no me atrevo a ponerlos delante de Dios.
Escucha esta palabra de Dios que san Pablo nos ofrece para que confiemos:
El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros.
Dios mismo conoce cuál es la aspiración del Espíritu en nosotros, nuestra propia vocación.
Pídele al Espíritu de Dios que te ayude a ser sincero contigo mismo y con Dios, que te libre de la falsedad y la mentira. Pide no esconder nada en su presencia.
Pídele que te ayude a querer lo mejor para ti, aunque conlleve esfuerzos.
Pídele que te enseñe a querer lo mejor sin engañarte; que no te deje caer en la mentira que enreda la vida y tantas veces nos hace renunciar a lo más valioso que tenemos.
Pon tus deseos en manos de Dios y pide al Espíritu de Dios que dirija tus pasos por el verdadero camino para tu vida.
No me des ni riqueza ni pobreza
El autor del texto ve en la riqueza una causa del abandono de Dios: Si estoy saciado podría renegar de ti ¿Piensas que cuando se tiene más dinero se confía menos en Dios creyendo que uno puede controlar toda su vida sin problemas?
¿Has sentido alguna vez que la riqueza o la comodidad y las posibilidades que da te alejan de vivir cristianamente?
No podéis servir a Dios y al dinero.
El autor sabe también que la pobreza puede hacer desesperar al hombre
y hacerle renegar de Dios y alejarse de sus mandamientos: Si estoy necesitado, podría robar y ofender el nombre de mi Dios.
Quizá no sea siempre así, pues muchos pobres son ejemplarmente fieles a Dios, ejemplos de vida sencilla y confiada.
Pensemos en los que desesperan., porque no encuentran ayuda para no dejarse llevar por el mal. Y demos gracias por las riquezas que hemos recibido en la vida, por haber tenido una vida alejada de esa pobreza que pesa sobre tantos que viven bajo el peso de una miseria inhumana.
Por eso me gusta reencontrarme en la oración con la de Santo Tomás Moro:
(Ministro de Enrique VIII y Santo mártir de la Iglesia)
Dame, Señor, un poco de sol, algo de trabajo y un poco de alegría.
Dame el pan de cada día, un poco de mantequilla, una buena digestión y algo para digerir.
Dame una manera de ser que ignore el aburrimiento, los lamentos y los suspiros.
No permitas que me preocupe demasiado por esta cosa embarazosa que soy yo.
Dame, Señor, la dosis de humor suficiente como para encontrar la felicidad en esta vida y ser provechoso para los demás.
Que siempre haya en mis labios una canción, una poesía o una historia para distraerme.
Enséñame a comprender los sufrimientos y a no ver en ellos una maldición.
Concédeme tener buen sentido, pues tengo mucha necesidad de él.
Señor, concédeme la gracia, en este momento supremo de miedo y angustia, de recurrir al gran miedo y a la asombrosa angustia que tú experimentaste en el Monte de los Olivos antes de tu pasión.
Haz que a fuerza de meditar tu agonía, reciba el consuelo espiritual necesario para provecho de mi alma.
Concédeme, Señor, un espíritu abandonado, sosegado, apacible, caritativo, benévolo, dulce y compasivo.
Que en todas mis acciones, palabras y pensamientos experimente el gusto de tu Espíritu santo y bendito.
Dame, Señor, una fe plena, una esperanza firme y una ardiente caridad.
Que yo no ame a nadie contra tu voluntad, sino a todas las cosas en función de tu querer.
Rodéame de tu amor y de tu favor.